En el post anterior AMOR Y PASIONES: sus verdades más falsas, hablamos de verdades científicas sobre el amor que, muy a menudo, se viven como falsas. Para completar, hoy me toca escribir sobre aquellas mentiras (en el sentido de opiniones indemostrables empíricamente) que se sienten verdades como losas. Y que por muy falsas que sean, canciones, películas, telenovelas y reality shows de la más baja estopa han ido validando como certezas absolutas. Si hasta mi idolatrado Pablo Neruda me hace mirar para otro lado de sonrojo en una de sus maravillosos 20 canciones de amor donde llega a decir “Para mi corazón basta tu pecho, para TU libertad MIS alas”. Nadie es perfecto: ni los más grandes.
¿Qué no es el amor? ¿Se parece más a un flechazo externo a una concienzuda hormiguita interna? ¿Nos llega o lo construimos? Y lo más importante: ¿Podemos aprender a convertirlo en nuestro principal aliado, independientemente de las circunstancias? Si te interesa saberlo…
I. FRONTERAS AMBIGUAS: top ten del papanateo romanticoide más contraproducente.
1. El amor NO es etéreo, sino bien real, físico y químico. Como hemos visto, el amor es como cualquier otra emoción: el resultado tangible y material de los cócteles químicos que produce el cerebro para responder a su propia evaluación de la realidad, así como el conjunto de consecuencias y sensaciones físicas que desencadenan en nuestro cuerpo. De dónde provenga ese cóctel y porqué nos lo fabricamos a partir de una persona concreta y no de otra es harina de otro costal (éste sí, mucho más inmaterial, simbólico o abstracto). Pero desde las mariposas en el estómago hasta los vértigos ante meros recuerdos pasando por los vuelcos del corazón, los suspiros hiperventilados o las carnes deshaciéndose de placer o dolor son un fenómeno bien material, meras derivadas físicas de un proceso exclusivamente químico. Saberlo no le quita el más mínimo mérito al Sr. o Sra. que nos despierte este vendaval químico; sencillamente, nos vacuna contra papanateces dignas de diario de adolescentes… que fácilmente pueden volverse en nuestra contra cuando los amores se tuercen (mientras se mantengan bie rectos, ni caso).
2. El Amor NO es Dependencia. Algo de subordinación siempre conllevará, pues al amar profundamente sentimos que una parte de nuestra felicidad depende de la del ser amado. El tema estriba en ser conscientes de ello y luchar por poner límites aceptables, decorosos, íntegros y basados en el autorespeto. Si amamos febrilmente (como febrilmente recomiendo) a amantes o hijos y dejamos que todo el campo se convierta en orégano confundiremos amor con sumisión y necesidad… y acabaremos amando fatal (para el otro pero, sobre todo, para uno mismo). Lo contrario de la independencia (que desde el amor profundo no es ni posible ni recomendable) es la interdependencia de los amantes unidos por sus sentimientos, nunca la dependencia desvalida del que se subordina sumisamente a los humores y reacciones del otro.
La emoción amor erótico conlleva una sensación de necesidad compulsiva de acercarnos y compartir nuestro tiempo con el ser amado. Con el amor ágape más intenso que se conoce (hijos, que de tan intenso puede activarnos como el erótico, de ahí que sea tan obsesivo y tan obnubilarador del sentido crítico como el amor erótico), la necesidad de proximidad física es idénticamente compulsiva. Sólo los diferencia que el objetivo pasa de la pulsión sexual al cuidado del otro. Por mucho que uno y otro amor difieran en sus objetivos, coinciden en todos y cada uno de sus peligros.
3. El Amor NO es un Burladero. Demasiado a menudo, convertimos al amor en la panacea de nuestras vidas más por lo que tapa que por lo que enseña, por los déficits que equilibra que por los superávits que aporta. El amor como camuflaje a existencias que sentimos sin demasiado sentido per se acostumbra a tener los días –y las alegrías- contadas. Las huidas hacia adelante serán siempre rápidas, pero casi nunca certeras en el rumbo. Y acostumbran a dejarnos perdidos y lejos de nosotros mismos. El amor es la mejor guinda, pero el peor bizcocho del pastel de nuestra vida, y a la hora de amar bien conviene diferenciar entre el amor que corona, como su cúpula más bella, un edificio bien construido… del que intenta apuntalar una arquitectura carcomida de aluminosis. Parece lo mismo, pero no tiene absolutamente nada que ver. Y el amor sano se puede parecer tanto al enfermo que necesita, para diferenciarse de él, de matices tan sutiles como éste. Porque este es el principal problema del amor enfermo, que se parece al sano como dos copos de nieve: tan diferentes al verlos al microscopio como idénticos a simple vista. Y reconocer el amor sano requiere de microscopios, no de vistazos a brocha gorda.
4. No es un cheque en blanco que justifique absolutamente nada. Como mucho, conocer la magnitud de un amor ayudará a comprender el contexto, pero no absuelve de responsabilidad alguna sobre las acciones que nos permitamos implementar con la excusa o acicate de la emoción del amor. Amar a una pareja desaforadamente explica el porqué de ciertas obsesiones monotemáticas o concesiones excesivas, pero no por ello dejaremos de flirtear con sus consecuencias (hartar a la pareja con nuestras demandas constantes y omnipresencia cansina, desdibujar nuestra identidad o apostatar de la propia libertad, etc.).
Como padres, entender la desmesura del amor paterno-filial nos vacuna contra la descalificación, el juicio sumarísimo y la culpa, pero la inocencia no exime de cosechar lo que se siembra. Por mucho que el amor hipertrofiado ayude a explicar las dificultades de poner límites, contrariar a los hijos o disimular una cierta dependencia emocional de ellos (que no les conviene saber, pues les otorga un poder para el que no están preparados), ello no nos releva de nuestra obligación de hacerlo más allá de que nos haga felices o infelices. Porque cuidado: el amor puede convertirse con una facilidad pasmosa en la más egoísta de las formas de entrega. Tanto el Eros como el Ágape si es muy intenso. Uno y otro serán muy diferentes, pero su intensidad hace que los riesgos de dependencia, irresponsabilidad e incoherencia sean idénticos.
5. No es espontáneo, ni automático, ni impersonal . La emoción explosiva, corta y automática tal vez sí (que tampoco, pero aquí se puede aceptar pulpo como animal de compañía), pero el sentimiento amoroso es fruto de una serie de pensamientos, creencias y conexiones neuronales con recuerdos pasados, deseos y proyecciones futuras, experiencias anteriores, simbologías personales, valores individuales… que multiplican o dividen exponencialmente el impulso espontáneo del amor. En-amorarse: proceso por el que nos producimos amor por alguien. En este caso, el Castellano o el Catalán son lenguas más fidedignas que el Inglés o el francés (fall in love/ tomber amoreux: “caerse en el amor”) para describir con precisión el proceso mediante el que nos acabamos en-amorando (literalmente, construyendo internamente nuestra pasión por alguien).
II. CONSTRUCCIÓN SUBJETIVA DEL AMOR.
EMOCIÓN: las cartas que nos han tocado…
El brote espontáneo de la emoción acostumbra a tener que ver con uno o muchísimos de los siguientes aspectos:
1. Atractivo Físico: parámetros de belleza tanto de la época como los individuales.
2. Congruencia no verbal: coherencia y armonía entre paramensajes no verbales. Ese tan presuntamente etéreo buen/mal feeling no es más que la compatibilidad inconsciente de nuestra fisiología, tono de voz o gestualidad facial con la de otra persona.
3. Conexión física automática con momentos o personas del pasado. Muchos enamoramientos ocurren, curiosamente, en contextos simbólicamente parecidos, como viajando, viviendo fuera, según qué meses del año, etc. Y que pueden tener poco que ver con la persona concreta y mucho con nuestra predisposición inconsciente.
4. Momento Peliculero. ¿Qué es lo peor que le puede pasar a alguien con manía persecutoria? Claro, que lo persigan. Pues ese momento mágico de la primera impresión nos impresiona tanto, entre otras muchas razones… porque siempre hemos soñado con que sucediera, o añoramos de por vida cuando lo ha hecho. Y nada es más fácil de ver que lo que se está deseando hacer.
… Y SENTIMIENTO: cómo y para qué las jugamos
Tras la emoción, el en-amorado elabora cognitivamente sus sensaciones hasta convertirlas en el producto de su pasión que llamamos amor pasional. ¿Con qué ingredientes lo cocinamos? Entre otros, con:
1. Magnificación masiva de aspectos positivos. Sobre identificar los reales, inferir los verosímiles. Y porqué no: hasta inventarse abiertamente los menos probables en intrincadas elaboraciones simbólicas, inferencias obvias o cogidas con pinzas que, curiosamente, acaban probándonos lo que estábamos deseando crear como objetivamente cierto.
2. Minimización masiva de aspectos negativos. O no los vemos o contextualizamos o incluso convertimos en virtudes o atractivos. Los defectos del amado son como los pedos o los hijos: los de los demás molestan, pero los propios hasta nos hacen gracia…
3. Proyecciones futuras positivas (Piscinas de perfume y mierda). Inferencias eufóricas para regalarnos compulsivamente con todo lo bueno que –bola de cristal infalible en mano- ya sabemos con certeza absoluta que va a llegar de la mano del /la superhéroe en que poco a poco vamos convirtiendo al ser amado. Acostumbra a ir acompañado de un regodeo compulsivo en el maravilloso futuro –que, por supuesto, ya está escrito con total seguridad- al lado de esa persona.
4. Proyecciones presentes en primera persona: deseos propios proyectados como atributos inherentes, únicos y fascinantes del otro. Con qué facilidad los amados, al principio, encajan exactamente en nuestras carencias y con qué exactitud encarnan lo que siempre necesitamos. ¡Curioso!… hasta la sospecha.
5. Proyecciones presentes en tercera persona. ¿Y lo que nos gusta vernos viéndonos? ¿Y la gula con qué paladeamos la imagen que nos inventamos que los demás tendrán de nosotros al sabernos al lado de según qué dioses o diosas –que ya nos hemos encargado nosotros de canonizar previamente, claro-? Y es que el Otro nos puede llegar a quedar tan bien al lado… Desde los momentos de euforia del amor pasional, qué sencillo y obvio inventarnos admiraciones y envidias ajenas, y cómo ayuda todo este sainete ególatra a continuar construyendo el amor.
6. Espejito mágico. No hay mejor doping a la autoestima que sentir la admiración de quienes admiramos, la idolatría de los que idolatramos, la entrega de a quién nos entregamos. No hay mayor chuta de endorfinas en vena que el sentir que nos idealiza quien nosotros, previamente, ya nos hemos encargado de idealizar –y olvidar o no darnos cuenta que hemos idealizado nosotros, claro, que lo suyo es que parezca que la persona ES una diosa, no que yo la he divinizado-. ¿Nos enganchamos a la persona… o a las sensaciones paradisiacas que sentimos –o esperamos llegar a sentir- a partir de ella? Pregunta tal vez incómoda, no sé si pertinente… pero seguro que interesantísima a los que se atrevan a planteársela sin amañar la respuesta a priori.
III. TRAMPAS AL SOLITARIO… para ganar la partida.
Así, sabiendo que…
a) El amor no es más que otro de los millones de sustancias químicas que nuestra biología produce para el funcionamiento de nuestro organismo y la preparación de cuerpo y cerebro para implementar acciones adaptativas (en el caso del amor, reproducción, cuidado de la prole, fortalecer relaciones de manada).
b) Las endorfinas que produce el amor no son más que el chantaje bioquímico del instinto para ponernos al servicio de la propagación de los genes mediante la reproducción sexual y el cuidado compulsivo de los menores (en ambos casos, para prolongar nuestro legado genético).
c) La construcción del amor es arbitraria, subjetiva, e individual, teniendo mucho más que ver con nuestra propia imaginación, necesidades y deseos que con la realidad objetiva del ser amado (“Beauty’s in the eyes of the beholder“, que diría Oscar Wilde).
d) Nunca seremos más felices ni la vida tendrá mayor sentido y plenitud que cuando amamos profundamente a nuestros seres más amados.
… Entonces, ¿Es el amor la más falsa de las verdades o la más cierta de las mentiras?
Pues como siempre, dependiendo del contexto. Los procesos cognitivos que nos llevan a amar con una determinada intensidad y de una determinada manera (que se dan en nuestra mente, sean voluntarios o involuntarios, deseados o indeseados, conscientes o inconscientes… tampoco me doy cuenta del crecimiento del pelo, y no por ello deja de producirse) siempre serán creencias, y ya vimos que las creencias siempre y necesariamente son tan subjetivas y arbitrarias como legítimas (Si no lo creo, no lo veo). La utilidad de una creencia no se mide por su veracidad, sino por su utilidad, por lo que todo el conjunto de creencias que nos lleva a amar más o menos nunca serán válidas o inválidas per se, sino por el conjunto de emociones y acciones que provoquen. Y sus consecuencias prácticas en nuestra vida.
Mientras mi relación sentimental y mi manera de relacionarme con la familia sea una fuente de placer, realización y satisfacción, el Amor siempre será la más cierta de las mentiras (y a disfrutar de sus maravillas, misterios, sorpresas, euforias, idealizaciones hiperbólicas y sobredosis de endorfinas). Por el contrario, si nuestras relaciones amorosas actuales juegan en contra y son fuente de conflicto, dolor y frustración, el Amor será la más falsa de las verdades (y a desenmascarar todos sus tripijuegos y trampitas químicas con las que nos obnubila el sentido común).
Porque el amor, tanto como verdad más falsa como mentira más cierta, no es más que una herramienta al servicio de nuestra felicidad. No nosotros al suyo. Somos los protagonistas de nuestro amor, no sus víctimas sumisas que lo disfrutarán o sufrirán en función de los caprichos del azar y las conductas o preferencias ajenas.
En fechas por determinar, os hablaré de cómo alimentar el amor pasional en momentos que sintamos que flaquea, pero que sigue mereciendo la pena vivir (se titulará Del Eros al Agape: el parejeo a largo plazo… o algo así). De momento, os espero en el próximo artículo Desamor: manual de instrucciones, donde os explicaré como entrenarnos para superar las rupturas sentimentales o los chantajes emocionales de familiares o amigos, ese momento en el que toca desenmascarar todas las sandeces culturales con que relacionamos el amor, y que tanto nos hacen sufrir cuando los amores se complican.
Tus amores te pertenecen, no tú a ellos. Es cuestión de aprender a manejarlos. Te animo a que perseveres en ello.