Por desgracia, la mayoría de decisiones cruciales que tomamos en la vida o son inconscientes o responden a motivaciones muy remotamente accesibles a nuestra conciencia más explícita. Y de todas nuestras decisiones, probablemente la más decisiva sea la que, por profundamente inconsciente, ni sospechamos remotamente que estamos tomando: la de afrontar la vida desde actitudes victimistas o protagonistas. Ninguna decisión marca tanto como ella los derroteros de nuestra existencia entera, y ninguna ignoramos tan abismalmente que estamos tomando.
Desde niños (ya sea por patrones heredados, educación formal, biología o influencias familiares, que de todo hay un poco), mostramos ciertas tendencias a afrontar los avatares de la vida desde una perspectiva u otra. Por las mismas razones que tendemos a maximizar la culpa y minimizar la responsabilidad (exculparnos y primar la inocencia sobre la eficiencia, ver los post anteriores “Culpables de nada, responsables de todo” y “Joan Pahisa: el tamaño SI importa”), tendemos a trufar nuestras conductas y pensamientos de actitudes victimistas. ¿Perdemos a un juego porque no hemos jugado bien o porque nos han tocado malas cartas? ¿Me he mojado porque llovía o porque no llevaba paraguas? ¿He suspendido porque el examen era difícil o porque había estudiado poco, o mal, o lo que menos tocaba? Prestad atención a las respuestas que vuestros hijos dan a estas preguntas, pues el modelo que desarrollen en su infancia puede marcar a fuego el resto de sus vidas. Y por cierto: también a las que vosotros acostumbréis a dar, pues vete tú a saber si alguna relación tendrán las unas con las otras.
¿Qué caracteriza el pensamiento Victimista? ¿Qué lo diferencia del Protagonista? Ya de adultos, con una tendencia u otra tan cosificada a nuestra conducta que ni percibimos, ¿Podemos aprender a cambiarla? Si os interesan las respuestas a estas cuestiones, os animo a continuar leyendo. Si no… os animo a que os animéis.
Empecemos por el principio: de los infinitos factores que influyen en todas y cada una de las situaciones vitales que nos vemos obligados a enfrentar, algunos dependen de nosotros y otros no. En mayor o menor porcentaje en función del contexto y el reto concreto, CASI NUNCA TENEMOS CONTROL ABSOLUTO SOBRE TODOs esos factores… pero siempre tendremos MAYOR O MENOR CONTROL SOBRE ALGUNOS DE ELLOS. Respecto a nuestra salud, la relación con la pareja y/o hijos o nuestra situación económica, innumerables factores escapan a nuestro control, pero infinidad de ellos caen directamente bajo nuestra influencia. Lo que determinará nuestra actitud no es qué % de ellos caen dentro de nuestra influencia (círculo de influencia) y cuantos fuera (círculo de preocupaciones), sino DONDE FOCALIZAMOS EL 100% DE NUESTRA ATENCIÓN, en el círculo de influencia o en el de preocupaciones. Nuestras acciones, discursos y pensamientos, ¿Se fijan más en todo aquello sobre lo que podemos incidir (más o menos) o sobre todo aquello que sobrepasa nuestro alcance?
Si tendemos a focalizar nuestra atención mayoritariamente en el círculo de preocupaciones, implementaremos conductas VICTIMISTAS. El victimismo es la tendencia a focalizar nuestra atención sobre todos aquellos aspectos de una situación que juzgamos -subjetivamente- que escapan a nuestra influencia. Siempre que prioricemos en nuestros relatos y conductas factores como el azar, los caprichos de la bilogía, los vaivenes de la macroeconomía o las conductas de los demás, estaremos focalizando nuestra atención en la búsqueda de presuntos culpables y, sobre todo, de justificaciones autoexculpatorias que no sólo prueben mi derecho a la queja y mi inocencia, sino que justifiquen mi presunta indefensión irremediable.
Por el contrario, si tendemos a focalizar la atención en el círculo de soluciones, implementaremos conductas PROTAGONISTAS. El protagonismo no responde al deseo de ser el centro de atención ni la salsa de todas las carnes, sino a la tendencia a focalizar toda nuestra atención en aquellos aspectos de una situación dada sobre los que juzgamos -subjetivamente-que tenemos o podemos llegar a tener una cierta capacidad de incidencia. La actitud protagonista no busca probar la inocencia propia y legitimar la queja, sino encontrar soluciones y respuestas que mejoren nuestra vida o disminuyan lo máximo posible el impacto negativo de, incluso, aquellas situaciones que sobrepasen el ámbito de nuestra influencia directa.
Desde las actitudes Víctimistas se tienen Dificultades y Problemas, se busca probar la propia Inocencia e Indefensión, y se centran los discursos en los Demás, en el Azar, en las Culpas y en las Justificaciones para no cambiar nada.
Desde las actitudes Protagonistas, uno se enfrenta a Retos, busca Soluciones y persigue la Eficiencia, centrando los discursos en Uno mismo, en la Determinación personal y en la propia Competencia para enfrentarnos a todas las situaciones.
Otros autores llaman Círculo de Preocupaciones a aquellos factores sobre los que no tenemos ninguna posibilidad de incidir, y Círculo de Ocupaciones a aquellos sobre los que sí podemos incidir en mayor o menor medida. Llamémosle como queramos, pero no olvidemos lo más importante: AQUEL CÍRCULO SOBRE EL QUE DECIDAMOS VOLCAR NUESTRA ATENCIÓN… CRECERÁ PROGRESIVAMENTE. Cuanto más nos preocupemos y menos nos ocupemos de una situación, nuestro margen de maniobra irá disminuyendo paulatinamente, y más y más factores irán escapando a nuestro control. Por el contrario, cuanto más nos ocupemos y menos nos preocupemos de una situación, más crecerá nuestra capacidad para aumentar nuestro poder sobre una realidad dada.
Pero no es una supuesta superioridad moral o bondad ética por lo que os recomiendo preocuparnos menos desde el victimismo y ocuparos más desde el protagonismo, sino por sus innumerables consecuencias prácticas. Dejadme que os enumere las que considero más determinantes en nuestra felicidad y realización personal:
1. EFICIENCIA. Al adoptar una actitud decididamente protagonista, multiplicamos exponencialmente las posibilidades de alcanzar nuestros objetivos. ¿Los alcanzaremos sólo por el mero hecho de quejarnos menos y actuar más? ¿Hasta dónde llega nuestra capacidad de incidencia? Como todo en la vida es una cuestión de gama de grises, nunca de unos blancos y negros que iremos aclarando u obscureciendo en función de nuestras actitudes vitimistas o protagonistas. No somos dioses todopoderosos, pero mucho menos eternos Calimeros impotentes.
2. CALIDAD DE LAS RELACIONES. Tal vez a todos nos guste quejarnos un poquito de tanto en tanto (¿Por qué narices, siendo tan inútil, sentará tan bien el hacerlo?), pero a nadie le gusta rodearse de personas que viven en el lamento y la queja eterna. No hay mejor manera de deteriorar una relación que utilizar al otro indiscriminadamente como abocadero de nuestras miserias, agravios e impotencias por todo y siempre. Cada victimeo es un reintegro en la cuenta emocional de una relación; cada protagonismo, un depósito. Y, como en toda cuenta bancaria, el secreto de mantenerla lejos de los números rojos no estriba en no hacer reintegros puntuales… sino en compensarlos con depósitos aún mayores.
3. EJEMPLO. Padres, amigos, parejas, amantes y profesores no educamos con nuestros discursos teóricos, sino con nuestras acciones y actitudes prácticas. ¿Qué queremos transmitir a nuestros seres queridos? ¿En qué queremos ayudar a que se conviertan? ¿Cómo queremos que nos recuerden cuándo no estemos? ¿Qué actitudes deseamos que presidan sus vidas? Ejemplificar lo que uno quiere, una vez más, no es garantía de nada… pero condición sine qua non de toda futurible influencia en la calidad de vida de todos aquellos por cuya felicidad hasta sacrificaríamos la propia.
4. ¡¡¡FELICIDAD!!! Sin concesión alguna a la duda: se vive más feliz desde actitudes protagonistas. No sólo porque somos más eficientes para conseguir lo que queremos, sino porque recorremos más confiados e ilusionados el trayecto que nos llevará a conseguirlo.
Por todo ello, os animo a adoptar actitudes claramente protagonistas. Y todavía más: a que motivéis a todos vuestros seres queridos a que lo hagan. ¿Cómo? Haciéndolo vosotros…
Pero dejadme acabar con una advertencia: no será fácil luchar contra nuestra tendencia natural y cultural al victimeo. Y mucho menos gratis pues, como todo en la vida, vendrá con una facturita bajo el brazo. Si empezáis a actuar como protagonistas de vuestra historia, os arriesgáis a que alguien de vuestro entorno os tache de pretencioso, inconsciente o abiertamente fantasmoide. Y si animáis a los demás a que lo hagan, cabe la posibilidad de que cultivéis la animadversión de alguna de las personas a las que, precisamente, queráis ayudar a empoderar. En palabras de Paul Watzlawick: “Somos puras víctimas indefensas. ¡Y que intente alguien robarnos el estatus de víctimas!. Lo que nos haya podido causar Dios, el mundo, el Destino, la naturaleza, los cromosomas y las hormonas, la sociedad, los parientes o los amigos es tan grave… que la simple insinuación de que podríamos intentar poner algún tipo de remedio ya es una ofensa”. Deseo de corazón que vuestro amor por ellos os dé la paciencia necesaria para insistir a pesar de sus posibles reacciones agraviadas (Pero, ¿Por qué puede llegar a jodernos tanto que nos valoren y nos den esperanzas? Tengo que encontrar la respuesta…).
Merece la pena pasar del victimismo al protagonismo. Por vosotros, y por todos aquellos a los que anheláis servir de ejemplo. Sólo es gratis lo que no vale nada. Y el protagonismo, por su incalculable valor, cuesta y mucho. Os deseo que os hipotequéis hasta las cejas para adquirirlo