En AMOR Y PASIONES: sus verdades más falsas. y AMOR Y PASIONES II: … y sus mentiras más ciertas, hemos visto como el amor es la principal y más determinante fuente de placer, dolor, significado y arraigo de toda la existencia humana. También vimos que la emoción amor a bote pronto (más o menos supuestamente espontánea) se convierte en sentimiento amoroso a largo plazo mediante una necesaria elaboración propia de lo que percibimos y como lo significamos, evaluamos y nos contamos todo ello a nosotros mismos. El amor se basa –en parte y a veces- en presuntas cualidades objetivas del sujeto de nuestro amor, pero también –en parte y siempre- en nuestras creencias y proyecciones magnificando esas cualidades más o menos reales o ficticias.
El amor correspondido de la manera que esperamos que lo haga es una fuente inagotable de placer que puede convertir nuestra existencia en un cuento de hadas mientras se ve satisfecho. Pero… ¿Qué hacer con él cuando se acaba, ya no nos satisface o la pareja decide no corresponderlo más? ¿Somos meras víctimas del desamor, o podemos hacer algo para atemperar o exacerbar su dolor? ¿Sufre más el desamor quien más ama… o quien peor atina a manejarlo? Y lo más importante: ¿Podemos aprender a pilotar el dolor desbocado del desamor? Si te interesa saberlo…
DESAMOR: entre la melancolía, la tristeza o la depresión
Partamos de una base indiscutible: no conozco a nadie en su sano juicio a quien el desamor le produzca el más mínimo placer. Amén de la muerte de un ser querido, yo nunca he sentido sensaciones más atroces que las que produce el amor rechazado, revocado o no correspondido. La base ineludible del desamor es el dolor, pero una serie de factores actúan como multiplicadores o divisores de esa porción mayor o menor de dolor desde la que emergerá el fin de un romance, relación de pareja o amorío de uno u otro pelaje.
Personal y profesionalmente, no conozco alquimia alguna que pueda mitigar de raíz el dolor del desamor, pero tengo el culo pelado –en primera y en tercera persona- de incidir sobre todos esos factores que pueden convertir la melancolía en tristeza o la tristeza en profunda depresión (y viceversa). El dolor y la nostalgia caen por su propio peso con el desamor; la tristeza y la depresión, nos la llegamos a construir nosotros mismos a partir de ese dolor inevitable que el desamor conlleva si o si. En el desamor tal vez no esté en juego QUÉ sentir, pero desde luego sí el CUÁNTO y DURANTE CUÁNTO TIEMPO. Y hasta el qué hacemos con ese dolor mientras dure, que de idénticas penas de amor un conocido se tiró de un 5º piso mientras que Shakespeare compuso los más bellos sonetos de amor.
I. LA CONSTRUCCIÓN SUBJETIVA DEL DOLOR
Toda pérdida de algo que se considere valioso conlleva necesariamente tristeza, por lo que el desamor siempre resultará doloroso. Pero ese dolor ineludible del desamor se convertirá en un rasguño más o menos profundo o en una amputación irreversible en función de la significación presente que le otorguemos (qué dice sobre mí y mi vida el fin de esta relación), la atribución de causa pasada (quién o qué tiene la culpa) y los efectos futuros que atribuyamos a la nueva situación creada (qué consecuencias duraderas tendrá sobre mi vida). Pensar si ha sido culpa mía o no, qué significa vivir sin pareja o qué consecuencias en el futuro tendrá esta situación presente son temas muy dispares, pero tienen un denominador común: todo son creencias. Mejor o peor fundamentadas, pero todas ellas impepinablemente subjetivas, arbitrarias y, por lo tanto, discutibles y matizables. Creer que se ha perdido a la mujer de tu vida, que nunca se volverá a ser tan feliz o que el fin de una relación sea una catástrofe o un tropezón doloroso no trapichea con verdades y realidades objetivas, sino con proyecciones e inferencias más o menos realistas y peor o mejor fundamentadas, pero meras hipótesis en todo caso. Las divagaciones sobre causas pasadas, significaciones presentes y consecuencias futuras son eso, divagaciones hipotéticas más o menos verosímiles.
Siempre resulta conveniente tomar conciencia y darnos cuenta de las creencias desde las que significamos cualquier realidad (de ellas, y no de los hechos, emanan los sentimientos que disfrutemos o suframos… y su intensidad, duración y consecuencias), pero en aquellas situaciones difíciles –como el desamor- constituye una necesidad para no autoinfringirnos toneladas de sufrimiento innecesario a añadir al que, per se, el desamor puede producir.
¿Qué creencias multiplicarán, y cuáles dividirán el dolor del desamor?
II. DESAMOR : set de creencias potenciadoras o limitantes.
También vimos en… y en… que ni la biología ni la cultura ayudan precisamente frente al desamor. La biología más instintiva, vía cerebro reptiliano y emociones básicas, nos empuja compulsivamente a formatos que favorezcan la reproducción -como la pareja- y a desconfiar instintivamente cualquier forma de soledad. Por su parte, la cultura nos condiciona a vivir la soltería como un estigma o como un mal menor que sobrellevar con resignación y dignidad en espera de tiempos mejores, que sin duda –y sólo- llegarán de la mano del siguiente príncipe azul que nos rescate de la invalidez cenicienta de estar “solo”.
Para contrarrestar los impulsos más atávicos de la biología, podemos hacer relativamente poco: por mucho que el ser humano pueda reflexionar y decidir qué hacer con sus instintos, no por ellos dejamos de ser, como cualquier otro animal, entidades marcadas profundamente por las exigencias biológicas de reproducción y supervivencia. Por lo tanto, la batalla no está en la biología, sino en la cultura. El ser humano, vía metacognición (capacidad de pensar sobre su propio pensamiento), puede incidir y matizar la influencia que la nefasta cultura del amor tiene sobre nosotros en momentos en los que el desamor nos atenaza de dolor. ¿Cómo? Muy fácil –que no sencillo -: tomando conciencia de a 1) Los mantras culturales que nos influyen (y evaluando hasta que punto nos resultan convenientes, razonables y oportunos) 2) Las creencias más limitantes que albergamos y que multiplican el dolor del desamor (y qué hacer para refutarlas) 3) Descubriendo aquellas creencias más potenciadoras que nos permitirán dividir el tiempo y la intensidad de ese dolor (y qué hacer para reafirmarlas)
A) MANTRAS CULTURALES… y sus antídotos.
1. “Sin ti no soy nada”. Entonces lo realmente importante no es tener a alguien, sino convertirnos en “algo” por nosotros mismos.
2. “Te quiero más que a mi vida”. Entonces la prioridad no es tener a ese alguien, sino aprender a quererse más uno mismo.
3. “No puedo vivir sin ti”. Entonces ni te estaba eligiendo ni tenía ningún valor mi elección, pues la necesidad es lo contrario de la libertad… y sin libertad no hay elección, sino mera obligación acrítica y sumisa.
4. “Mi vida sin ti no tiene sentido”. Entonces lo prioritario es aprender uno mismo a construirle un sentido a la existencia, sin necesidad de delegar esa obligación personal en un tercero que nos saque las castañas del fuego.
5. “Eres mi media naranja”. Yo soy la naranja entera, contigo sencillamente hacía todavía más zumo y lo exprimía con mayor facilidad y placer.
6. “Un diamante es para siempre”. El amor, como todo en la vida, nace para acabarse algún día (sea porque lo decide el uno, porque lo decide el otro o porque lo decide la biología… por los dos).
7. “Fracaso sentimental”. Que una relación termine no es un fracaso: es un imponderable ineludible. Todas lo hacen, y las mías siempre lo harán también más tarde o más temprano.
B) MULTIPLICANDO EL DOLOR: creencias limitantes… y sus antídotos
1. Estar sin pareja es estar solo, y estar solo es terrible. No siempre que estamos en pareja nos sentimos acompañados. Además, estar solo es un estado normal de la vida y el ser humano contemporáneo –a diferencia del prehistórico- puede permitírselo sin poner en entredicho su supervivencia.
2. El sinsentido y dolor actual va a durar siempre. Todo duelo tiene sus fases, y toda fase termina antes o después. Y la visión catastrófica sobre toda mi vida que ahora contemplo no tiene que ver con la realidad de mi vida, sino con las gafas emocionales que el desamor me ha colocado y me hacen verlo todo así… ahora.
3. Los sentimientos y decisiones de la pareja tienen que ver exclusivamente conmigo. Los demás toman decisiones que tendrán consecuencias sobre mí, pero que se basan en sus propias prioridades y necesidades individuales en función de su momento personal.
4. Los sentimientos y decisiones del ser amado son un termómetro de mi propio valor y atractivo personal. Una cosa soy yo y otra muy diferente lo que los demás vean o valoren de mí en función de sus propios peliculeos subjetivos.
5. Nunca encontraré a nadie como esta persona. Como el futuro es indescifrable, no tengo ni puedo tener la menor idea de las consecuencias del fin de una relación.
6. No es justo / porqué ahora / porqué a mí. La vida no es justa, la justicia no se define porque suceda lo que a mí me convenga o me parezca correcto, y me ha sucedido a mí porque le sucede a todo el mundo antes o después.
7. Con todo lo que yo he hecho por ti. Lo que haya hecho lo hice por mí mismo, por mi propio bienestar (a través del del ser amado). No confundir sacrificio altruista con inversión en satisfacción presente o fidelización futura del cliente sentimental al queríamos resultarle valioso (o hasta imprescindible). Recuerda: el amor puede convertirse con una facilidad pasmosa en el más egoísta de los altruismos.
C) DIVIDIENDO EL DOLOR: creencias potenciadoras
1. Tal vez te hubiera preferido, pero no te necesito. Y si ahora así lo siento es porque todavía no he aprendido a desmontar las creencias que así me lo hacen sentir.
2. Tu atractivo podría basarse más o menos en cualidades personales tuyas, pero lo que te convertía en irresistible era mi manera de significarlas, multiplicarlas exponencialmente y tenerlas obsesivamente presentes.
3. Tengo claro lo que pierdo hoy, pero no tengo manera de saber lo que esta pérdida puede hacerme ganar mañana.
4. Mientras mejor viva, menos me dolerá su ausencia. Que la otra persona decida continuar una relación no depende de ti, pero si el redoblar esfuerzos para fabricarte una vida a medida de tus mejores ilusiones: construirte nuevos retos profesionales, disfrutar más del tiempo libre, amar más y mejor a amigos y familiares, ponerte en forma, ganar más dinero o tiempo libre o placer profesional, convertirte en mejor persona. Cuanto más te guste tu vida, menos dolerá el dolor del desamor.
5. De la misma manera que lo que yo veo en ti y te hace irresistible refleja mi mirada y no quien tú eres, lo que tú veas en mí no me define a mí, sino a tu propia mirada
IV. CONCLUYENDO
Goëbels, ministro de propaganda del III Reich alemán, definió la verdad como “una mentira repetida mil veces”, y es así como acabamos convirtiendo cualquiera de nuestras hipótesis subjetivas (sobre cualquier tema) en una creencia sólida: a base de habérnosla repetido miles y miles de veces. Es a base de este autoproselitismo reiterado que llegamos a vivir nuestras creencias (repito: legítimas, pero también subjetivas y arbitrarias, por definición hipotéticas) como hechos objetivos e irrefutables, y que por ello seguimos a pies juntillas. Si aceptamos que la Verdad es algo objetivo, real, inmutable y universal, todas nuestras creencias actuales y proyecciones de futuro son “mentira” (en el sentido de no ser necesaria, objetiva e irrefutablemente ciertas, ni per se ni para todo el mundo), al ser inferencias propias o predicciones de lo que todavía no ha sucedido. Es lo que tienen las creencias: que son necesarias (sin creencias, ni sentiríamos ni actuaríamos), pero nunca infalibles ni definitivas.
Por ello al ser humano, que en algo tiene que creer, sólo le queda elegir qué tipo de “mentiras” creerá más ciertas, en función de la felicidad o sufrimiento que acarreen. Por ello, tan idiota resulta en relaciones sentimentales sanas poner el acento en los defectos de la pareja, en aquello menos amable y en las contradicciones más lacerantes de la relación como seguir focalizando la atención en lo más idílico del otro cuando ese otro no nos corresponde o da por amortizada una relación. No es cuestión de veracidad (requeterepito, las creencias nunca son ciertas o falsas, pues son en su mayoría indemostrables por su naturaleza subjetiva y abstracta), sino de inteligencia para facilitarnos o dificultarnos la propia satisfacción, realización y felicidad.
¿Qué la relación sentimental funciona, es fuente de placer, confianza, seguridad y felicidad? Pues a reírnos de y no prestar demasiada atención a según qué verdades… que merecen ser despreciadas como falsedades absolutas:
1) El amor tendrá más que ver con el sujeto que observa que con el objeto observado… pero me hace disfrutar intensamente de cada segundo de mi vida y me empuja a ser mejor persona. Por lo tanto, y por ahora, decido creerme lo que veo en el ser amado… y así lo seguiré haciendo mientras así lo decida.
2) El ser amado será una creación propia que nosotros mismos construimos con nuestras propias manos a base de ignorar lo incómodo y magnificar lo amable… pero por suerte me he inventado a alguien que me transforma la vida en una aventura y me hace sentir seguro, valorado y acompañado en todo momento y me aporta mucho más de lo que me resta.
3) El amor, como absolutamente todo en la vida, nace con una segura –aunque desconocida- fecha de caducidad, así que a disfrutarlo a tumba abierta mientras dure y se baste para dotar de significado hasta el último rincón de mis inquietudes.
¿Qué la relación sentimental se tuerce, es fuente de sufrimiento, ansiedad, desamor o frustración? Pues a recordar y repetirnos 1.000 veces –hasta que lo lleguemos a sentir como una certeza espontanea- que:
1) El amor no es más que un desvarío hormonal dirigido por los instintos más primarios de reproducción.
2) El ser amado no era tan bello, inigualable e único per se, sino que era mi propia mirada subjetiva y mi atención arbitraria lo que lo convertía en ese suprahumano irresistible del que yo me había en-amorado.
3) Nunca se sabe las puertas que abre el portazo de las que se cierran, y que el futuro es un territorio por descubrir y construir, donde las mayores fortunas pueden convertirse en las semillas de nuestras peores maldiciones… y viceversa.
4) El amor sentido por alguien lo único que prueba es la propia capacidad de amar, no lo amable que fuera el objeto de nuestro amor. Al acabar una relación se acaba ese amor, no la propia capacidad de saber amar a alguien tanto y tan bien como habíamos amado a la persona que se ha esfumado de nuestro futuro.
Hace tiempo leí no sé donde que en la vida el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional. El dolor del desamor es el precio insoslayable de amar y no ser correspondido, pero el sufrimiento es la propina extra que, sin darnos cuenta, decidimos añadir a la cuenta emocional que la vida nos pasa. Y esa propina la formamos con creencias limitantes que nosotros, consciente o inconscientemente, decidimos creernos y permitimos que rijan nuestro pensamiento y conducta. Por ello, en nuestra mano está rebajar la cuantía del desamor. Tal vez no del precio establecido, pero sí de las onerosas propinas que sin darnos cuenta añadimos a la cuenta.
Desde según que creencias, es imposible no convertir la adversidad de un desamor en tragedia catastrófica capaz de destrozarnos la vida. Pero que no nos quepa duda: el desamor no es una tragedia, aunque nosotros podemos convertirla en una mediante según que creencias limitantes. Es cuestión de monitorizar esas creencias, aprender a reconocerlas, tratarlas como las inferencias arbitrarias que son, refutar las que nos destruyen y reforzar las que nos construyen.
Una cosa es el amor y otra muy diferente lo que hagamos con él. El desamor, también. Cuestión de elegir. De aprender a elegir consciente, voluntaria e inteligentemente.