“El destino mezcla las cartas, pero soy yo quien las juega” Arthur Schopenhauer
1. EL OBJETIVISMO DETERMINISTA… y sus consecuencias
De las infinitas creencias con las que el ser humano tiende a limitar su existencia, tal vez la más nociva y extendida sea la que nos convence que el bienestar, la satisfacción y la felicidad personal dependen de factores externos a nosotros. Qué trabajo tengo, cuánto gano, como me tratan los demás, cómo es mi familia, sucesos azarosos sobre los que no tengo influencia, qué números me han tocado en la rifa genética, etc. parecen condenarnos sin alternativa alguna a uno u otro estado emocional sobre el que, según esta creencia, no tenemos ni incidencia ni responsabilidad alguna.
¿Qué conlleva albergar esta creencia y seguirla como un dogma incuestionable por incuestionado? Varias de las conclusiones más viciadas de nuestra manera de pensar y que condicionan – a la baja- nuestra manera de actuar y sentir:
1. La felicidad está ahí afuera y depende exclusivamente de factores externos sobre los que no siempre tengo mucha influencia y nunca la tengo total
2. Como la realidad es una y yo la capto tal y como es objetivamente, si yo no veo solución alguna es que no la hay
3. Como sólo hay una realidad objetiva que yo capto a la perfección, quien capte otras versiones de la realidad o se equivoca o miente
4. La felicidad personal depende en gran medida del azar: que la persona que quiero me quiera, que los demás me vean y traten como yo deseo, que la biología no me dé un disgusto, que la suerte sea benevolente, que todo ruede –y por si sólo- en la dirección exacta que yo he decidido que debía hacerlo…
Frente a esta creencia tan arraigada de que es la supuesta realidad (y tal y como yo la percibo) la que determina mi calidad de vida, se alzan no sólo todas las filosofías, religiones y psicoterapias inventadas hasta hoy, sino incluso las últimas certezas científicas aportadas por la neurobiología. No sólo es castrante considerar que nuestro estado de ánimo está determinado por las circunstancias externas: es que, científicamente hablando, es radical y empíricamente falso
2. CIENTÍFICAMENTE HABLANDO: ¿Cómo afecta la “realidad” al ser humano?
El ser humano no se relaciona directamente con la “realidad”, pues entre la persona y su contexto se interponen, inevitablemente, sus interpretaciones subjetivas, arbitrarias y perfectibles. Al reflexionar, evaluar y llegar a conclusiones (que éstas si impactan directamente sobre nuestro estado emocional), el ser humano toma como materia prima datos de esa supuesta realidad exterior (presuntamente objetiva e unívoca), pero tamizados progresivamente por varios filtros que, en el mejor de los casos, sólo seleccionan y matizan los hechos, mientras que en el peor (la inmensa mayoría) los manipulan hasta desfigurarlos.
¿Cuáles son estos filtros mediante los que, inevitablemente, el ser humano manipula subjetivamente la realidad?
SENTIDOS. Oído, vista, tacto, olfato y gusto son una primera barrera que se interpone entre la persona y el mundo exterior, amoldando los datos externos en función de sus características (cualquier miope sin gafas puede atestiguar la diferencia abismal entre lo que sus ojos captan y cualquier paisaje).
ATENCIÓN: Selección Inconsciente. La capacidad de atención del ser humana es reducidísima en comparación a los trillones de bits de información disponibles y que, de llegar al cerebro, lo colapsarían. Por ello, y de manera automática, prestamos atención a aquello que estimemos –a priori- prioritario, por lo que ya de entrada descartamos el 99’9% de datos de esa realidad externa que, por definición, siempre será inabarcable por el minilocuente cerebrito humano.
PRIORIZACIÓN: Selección consciente. Una vez nuestros sentidos y la atención han reducido la realidad a su mínima expresión manejable, el cerebro humano ha de priorizar qué atiende con máxima urgencia. Nueva “mordida” a la ya exigua imagen de la realidad que teníamos. No podemos atender a todo al mismo tiempo, y por ello hemos de obviar el 99’9% del exiguo 0’01% de realidad que llega a nuestra consciencia.
EMOCIONES. Las emociones sirven, entre otras muchas cosas, para dirigir la atención y significar por adelantado lo que sucederá. Como veremos en próximos post sobre Inteligencia Emocional, desde la ira nuestros sentidos sólo captarán y nuestro cerebro sólo significará datos que representen agravios; desde el miedo peligros; desde la tristeza errores, etc. Aquí ya nuestro mapa imperfecto de la realidad ya comienza a parecerse a una caricatura grotesca de la misma.
Cada uno de estos filtros diluye y transforma los datos de esa realidad exterior. La idea que acabamos teniendo de una realidad concreta es fruto de 4 procesos de jibarización, eliminación y distorsión de datos objetivos. ¿Habéis tenido la desgracia que algún camarero os haya hecho un cortado con la misma borra de café del anterior? ¿A que más que café era un “aguachirri” infumable que ni se parecía al café? Pues imaginaos que nos lo sirve tras CUATRO cafés anteriores. Ese caldichi infumable es la materia prima sobre las que tomamos decisiones “objetivas”
DE LA CÁRCEL DEL SER…
¿Qué hace que diferentes seres humanos vivan de forma diferente sucesos equiparables? La respuesta a esta pregunta puede conllevar la segunda creencia más castrante en el top ten de creencias limitantes: “los hechos nos afectan de manera diferente… porque “somos” diferentes”.
Al elegir como explicación de nuestras conductas y estados emocionales el “ser” de una determinada manera, nos negamos la posibilidad de cambio. El ser remite a cualidades innatas e inmutables de la naturaleza consubstancial de cosas o personas y, por lo tanto, intentar cambiarlas nos parece una absoluta pérdida de tiempo ¿Puedo dejar de ser pelirrojo? ¿Ser blanco o negro? ¿Ser macho o hembra? ¿Dejar de ser bípedo, RH + o -?
Definitivamente, la manera más eficiente de condenarnos a la impotencia, la pasividad y el victimismo (tríada pórtico a lo que científicamente se conoce como una vida de mierda) estriba en unir estas tres creencias: 1. “Realidad sólo hay una, y es tal y como yo la capto objetivamente”; 2. “Son los hechos externos los que determinan mi calidad de vida” y 3. “Yo soy así”. No puedo imaginarme una receta más eficiente para condenarnos a una vida de sufrimiento, limitaciones y resentimiento. Si quieres convertirte en una persona amargada, resentida, mediocre, de absolutismos talibanescos y de la que todo el mundo huya como de la peste, te recomiendo que defiendas estas creencias a capa y espada, contra viento y marea, evidencias y sentido práctico. Ah! Y que dejes de leer este blog inmediatamente, pues su finalidad es, precisamente, que superes este tipo de creencias limitantes.
… A LA LIBERACIÓN DE LA RESPONSABILIDAD
Por suerte (y tal y como la neurobiología ha demostrado) estas tres creencias, amén de limitantes de conductas y ponzoñosas emocionalmente, son estrepitosamente falsas. Veamos:
Realidades hay muchas… tantas como seres humanos que las signifiquen. El ser humano vive en sus interpretaciones de la realidad, no sobre la realidad misma. Los hechos son neutros hasta que nuestro pensamiento les atribuye unas causas pasadas, unas consecuencias futuras y una valoración que desemboca en una significación subjetiva u otra (y que siempre diferirá de una persona a otra). Y es esta significación personal la que DETERMINARÁ mi estado de ánimo, no los hechos que presuntamente evalúa.
Hechos idénticos pueden ser vividos de maneras radicalmente opuestas por diferentes personas. De ello puede inferirse fácilmente que los hechos INFLUYEN (y algunos, muchísimo, más cuanto más potencialmente traumáticos) en nuestro estado de ánimo, pero lo que lo DETERMINA son las conclusiones con las que signifiquemos esos hechos y que, aunque a veces razonables y legítimas, siempre serán subjetivas y arbitrarias (ergo argumentables y perfectibles). De idénticas penas de amor, un amigo mío se tiró por el balcón, otra se deprimió durante años y otro ha escrito los más bellos poemas de amor que jamás haya leído.
Desde el refranero castellano (“La vida es según el cristal con el que se mira”) a Nietzsche (quien definía al ser humano como “el animal que emite juicios”) y pasando por la sabiduría popular (“para gustos, colores”), todos afirman que ni la realidad existe como bloque monolítico de lectura unívoca, ni son los hechos externos los que determinan nuestro estado de ánimo. Con la edad, a todos nos salen arrugas, pero ¿Lo vivirá igual una monja budista que un modelo de pasarela? Finiquitar una relación sentimental, ¿Significa lo mismo para todo el mundo? ¿Conocemos gente que, tras la pérdida de un ser querido se han hundido sin remisión? ¿Y otros que, frente a la misma situación, han continuado su vida, con alguna cicatriz pero más fuertes y humanos que antes?
3. La identidad psicológica humana, por suerte, es maleable y siempre está en perpetuo cambio. “Somos” en función de cómo actuamos, actuamos en función de cómo sentimos y sentimos en función de cómo pensamos. Mientras los hechos a menudo no se pueden cambiar a capricho (la temperatura exterior, los sentimientos ajenos, la desaparición de un ser querido, las estructuras macroeconómicas, los imperativos de la biología, etc.), siempre está en nuestra mano el APRENDER A SIGNIFICAR ESOS HECHOS DE UNA MANERA QUE NOS PERMITA ACTUAR PARA CORREGIR EN LO POSIBLE EL RUMBO DE LOS HECHOS, MINIMIZAR EL SUFRIMIENTO Y/O MAXIMIZAR EL PLACER.
Significamos en función de cómo pensamos, y pensamos en base a las creencias que, conscientes o inconscientes, rigen nuestra cognición y conducta (en siguientes post os hablaré de qué son las creencias, como nos rigen y como podemos cambiarlas).
La clave de la libertad humana estriba no en la OMNIPOTENCIA para que todo sea como yo he decidido que debería ser, sino en la RESPONSABILIDAD para implementar los cambios de cognición, conducta y emociones que me permitirán afrontar mejor esa realidad ajena e indiferente a mis exigencias. Los demás serán y sentirán como les dé la gana a ellos (no como yo necesite); el mundo será como le dé la gana a él, y no como yo haya decidido que es justo que sea (que, curiosamente, acostumbra a coincidir con como me conviene que sea); el azar es, eso, azaroso y ajeno a mi existencia; y la biología tiene unas leyes a las que se la repampimflo yo y los centenares de miles de millones de seres humanos que nacieron, murieron, nacerán y morirán antes y después que yo. Bienvenidos de nuevo a la minilocuencia biológica en la que el ser humano se basa y en la que termina. Si, lo sé, demasiada insignificancia para nuestro eguito de pseudo dioses…
Pero hay algo sobre lo que tenemos o podemos aprender a tener pleno control: nuestra manera de significar esa realidad ajena e indiferente a mis deseos y hasta a mi existencia. Viktor Frankl (un psiquiatra vienés que decidió aprender a ser feliz a pesar de sobrevivir a un campo de concentración… para encontrarse al salir con que toda su familia había perecido en otro) escribió que “Todo puede serle arrebatado a un hombre, menos la última de las libertades humanas: el elegir su actitud ante una serie dada de circunstancias”. Ni tú, ni yo ni él somos omnipotentes para decidir las circunstancias, pero siempre seremos absoluta, radical e impepinablemente libres para elegir la actitud con la que las afrontaremos.
Para este nuevo año, no te deseo ni suerte, ni salud, ni amor, ni amantes o rejuvenecimientos mágicos (mucho menos el engañabobos de las loterías). Permíteme ser infinitamente más ambicioso. Te deseo algo mucho mejor, definitivo, eterno y que depende exclusivamente de ti: que aprendas a significar la realidad externa de manera que te permita hacer y vivir excepcionalmente tu vida. Al azar lo que es del azar… y a tu responsabilidad lo que es de tu responsabilidad.
Si te deseo, y de todo corazón, que sepas sonsacarle al nuevo año todo lo que ambiciones, y que ambiciones poco en cantidad y muchísimo en calidad. Y sobre todo: que tus deseos se basen más en tus acciones que no en meros ruegos para que caigan del cielo los resultados con los que sueñas. A dios rogando…