A los que ya leísteis el anterior post Flow y Experiencias Pico:la magia eficiente del placer, ya no os sonará nuevo que:
Las emociones determinan qué acciones tenderemos a implementar, y con qué grado de habilidad o torpeza lo haremos.
Todo aprendizaje y desarrollo de habilidades conlleva la repetición masiva de aquellas acciones que, por reiteración acumulada, acabarán automatizando lo que estemos aprendiendo.
Sólo reiteramos, con la frecuencia e intensidad necesarias para la automatización de la excelencia, aquellas acciones que disfrutemos profundamente al implementar.
¿Se puede aprender a disfrutar de algo que, de entrada, no nos acabe de atraer demasiado? En el anterior post ya contesté con un más que rotundo SI. En éste, me planteo escudriñar la subsiguiente pregunta crucial: ¿Cómo hacerlo? Si te interesa conocer la respuesta…Dos son los principales atajos para llegar a disfrutar de nuestro esfuerzo en cualquier aprendizaje: alineando nuestros niveles neurológicos y auditando nuestras creencias sobre dificultad y competencia. De lo primero os hablaré a continuación; de lo segundo, la próxima semana.
I. NIVELES NEUROLÓGICOS: el arte de la coherencia personal
Fruto de una miríada de ideas, que amalgaman teorías que van desde el antropólogo Gregory Bateson y el psicólogo Paul Watzlawick hasta el Coach Robert Dilts, el constructo de los niveles neurológicos intenta explicar como la congruencia entre los diferentes componentes de nuestra persona actúan como catalizador o saboteador de nuestra felicidad, eficiencia y satisfacción personal (vaya, de nuestro flujo como motor de placer y solvencia). ¿Cuáles son éstos niveles y cuál es su utilidad para transformarnos la existencia?
Una síntesis personal de los diferentes niveles neurológicos que nos conforman los reduciría a seis: 1. ENTORNO, 2. CONDUCTA, 3. HABILIDADES Y COMPETENCIAS, 4. CREENCIAS Y VALORES, 5. IDENTIDAD y 6. MISIÓN.
1. El ENTORNO se refiere a nuestro entorno físico y personal: desde dónde vivimos hasta con quién lo hacemos, las particularidades de lo uno y lo otro, qué oportunidades facilitan y cuáles dificultan. Responde a las preguntas Dónde, Cuándo, Con quién, y multiplica o divide el abanico de oportunidades al alcance de nuestras posibilidades. Si vivo en Cataluña o Japón, en Barcelona o Organyà, si mi familia cojea de un pie o de otro, si mi espacio profesional se centra en los resultados o el proceso y si las amistades o parejas que elijo prefieren la literatura francesa, la esgrima, el parchís o la escalada, todo ello marcará los límites a los que nos sentiremos tentados a circunscribir el resto de niveles neurológicos.
2. LAS CONDUCTAS son el conjunto de acciones que implementamos en el entorno en el que vivimos y en los diferentes ámbitos de nuestra vida. Responde a la pregunta Qué hacemos, y determina nuestros resultados (somos lo que hacemos, como vimos en El hábito SÍ hace al monje: seremos lo que hacemos y El Hábito SI hace al monje II: el veneno –antídoto de la mielina). Bien sencillo: si hago deporte o no, si leo o dejo de hacerlo, a qué dedico el tiempo libre, como interactúo con mis seres queridos, mis vecinos, etc.
3. LAS HABILIDADES Y COMPETENCIAS son el conjunto de conocimientos desde los que implementamos nuestras conductas, aquello que sabemos hacer y con qué grado de maestría lo haremos. Responde a la pregunta Cómo hacemos, y determinan el grado de eficiencia con que actuamos sobre el entorno. Van desde las más meramente instrumentales (si sé arreglar un motor o un enchufe, hablar inglés, cocinar para 15, etc.) a las más personales (dirimir conflictos racionalmente, gestionar mis propias emociones, comunicarme empática y asertivamente, etc.).
4. LAS CREENCIAS Y VALORES son el conjunto de dogmas y reglas personales que legitiman, impelen y permiten que desarrollemos nuestras competencias y conductas, mientras que los valores son el set de preferencias que, al priorizarlas sobre las demás, hacen que actuemos como actuamos. Responden a la pregunta Porqué hacemos, y descubrirlo nos permite saber las razones por las que decidimos actuar como actuamos y, en caso de conflicto de intereses, priorizar lo que priorizamos (ver Si no lo creo, no lo veo y la serie sobre valores Entre el sentimiento y la razón: el arte de decidir… con valor, Valor y precio de los valores, El valor de los valores… y el precio de no pagarlo y El arte de soplar y sorber). Como ejemplos de creencias, desde las más obvias y objetivas (el sol sale por el este, si salto vuelvo a caer) a las más metafísicas y subjetivas (el bien siempre triunfa, sólo ascienden los enchufados, si me esfuerzo conseguiré lo que quiero, los estudios no sirven para nada, etc.), mientras que valores son todos aquellos principios que creemos prioritarios (el honor, la familia, la higiene, la comodidad o el esfuerzo).
5. LA IDENTIDAD es el conjunto de creencias que albergamos sobre nuestra esencia personal, nuestro carácter e inherencias más arraigadas. Responde a la pregunta Quién soy, y determina lo que pensamos sobre nosotros mismos, los límites de lo posible, la autoestima y nuestra posición y relación con el mundo y los demás. Al analizarla, llegamos a conclusiones tanto sobre características personales (soy inteligente, soy un desastre, soy curioso, soy fuerte) hasta roles sociales o profesionales que resaltamos y elegimos que nos definan (soy padre, soy profesor, soy heterosexual, etc.).
6. LA MISIÓN es la razón ontológica por la que vivimos. Respondiendo a la pregunta Para qué estamos aquí, determina cuál es la finalidad de nuestra vida, lo verdaderamente prioritario de nuestra existencia y a qué roles y ámbitos de nuestra vida deseamos dedicar más tiempo, deseo y atención. Estrechamente conectada al legado que queremos dejar tras de nosotros, ejemplos de misión serían educar a los hijos, dar la vuelta al mundo, construir una sociedad mejor, escribir una enciclopedia, vivir de los demás, cuidar a mis padres, etc.
La sensación de integridad, coherencia y sentido a nuestra existencia (que provocará que disfrutemos, suframos o nos resignemos con mera indiferencia a hacer lo que hacemos en y con nuestra vida) dependerá del grado de armonía entre todos estos apartados de nuestra existencia. Y de su armonía o desarmonía dependerá que alcancemos las tan necesarias y ansiadas experiencias pico, esas que nos abrirán o cerrarán las puertas del placer y el éxito en los diferentes ámbitos de nuestra vida.
En los diferentes cursos que imparto, la imagen que utilizo para explicar qué son y para qué sirven estos seis niveles neurológicos es la de nosotros mismos como una carreta y los diferentes niveles neurológicos como el conjunto de seis caballos que tirará de nosotros. ¿Qué cada uno de ellos tira de nosotros en la misma dirección y al mismo ritmo? Avanzaremos a una velocidad constante, la máxima que permita la potencia de los caballos, y el viaje será placentero: sensación de flujo ¿Qué cada uno de ellos tira de nosotros en una dirección diferente? No sólo no avanzaremos un milímetro sino que, todavía peor, los goznes de la carreta sucumbirán a la presión de fuerzas contrarias que acabarán por partirla en pedazos.
Si vivimos en un entorno que no es propicio para las conductas que implementamos; si nuestras conductas van por un lado, nuestras habilidades no corresponden con las competencias demandadas por esas conductas, nuestras creencias y valores no se ven reflejados en lo que vivimos y nuestra vida no va acorde con quiénes creemos ser ni aporta nada a las razones por las que queremos vivir… nuestra vida será un desastre. ¿Os suena el sentirse desubicado, que nada tiene sentido, un cierto regusto a fraude en nuestro día a día o el estancamiento personal o profesional, por mucho que hagamos o dejemos de hacer? Todos lo hemos sentido puntual o habitualmente, y ahora sabemos porque: por el grado de coherencia o incongruencia entre nuestros diferentes niveles neurológicos.
¿Y cómo solucionarlo? Fácil, aunque no automático ni exento de trabajo personal. Primero, descubriendo cuáles son nuestros niveles neurológicos (cuál es nuestro entorno y cuál queremos que sea, qué hacemos, qué sabemos hacer, cuáles son nuestras creencias y verdaderos valores, quién quiero ser y para qué estoy en este milagrito efímero que llamamos vida). Y tras ello, diseñando un conjunto de planes de acción que nos lleve a cambiar todo lo que necesitemos reestructurar como para que los diferentes niveles neurológicos sumen entre ellos en la sinergia mágica (que nada tiene de sobrenatural) de la coherencia personal, el flujo y las experiencias pico. Haz que tu Entorno armonice con tus Conductas, tus conductas con tus Habilidades, Creencias y Valores, éstos con tu Identidad y tu Identidad con tu Misión personal, y tu vida se convertirá en una aventura rebosante de sentido, motivación, curiosidad y ambición ilusionada (amén de resultados progresivamente extraordinarios).
II. A VUELTAS CON LA RESPONSABILIDAD Y LA LIBERTAD
Una vez más, todo ello depende de nosotros mismos. El reconocer la responsabilidad ineludible sobre la creación de experiencias pico (a partir de alinear nuestros niveles neurológicos) nos muestra una vez más lo más poderoso e incómodo de reconocer: la satisfacción personal depende exclusivamente de nosotros, es una prerrogativa de nuestra libertad y tenacidad para irla construyendo. Pero no hay libertad sin responsabilidad y, por mucho que liberen ambas, no por ello dejan de pesar (sobre todo si confundimos la responsabilidad con la culpa, como ya vimos en Culpables de nada, responsables de todo).
Por eso las rechazamos con tanto ahínco, por eso nos incomoda tanto que nos las recuerden y nos toca tanto las narices aquél que lo haga… como por ejemplo, yo. Por suerte yo no aspiro a ser vuestro amigo sino vuestro Coach, y por ello no busco vuestra simpatía sino vuestro desarrollo. Y no dudo un segundo en sacrificar la una en aras de lo otro. Desconfiad de todo aquél que priorice el caer bien sobre el resultaros útiles. El buen médico no es el que prescribe el tratamiento que más le guste al paciente, sino aquél que lo curará. Y toda compañía que se precie siempre se parecerá más a un buen médico que a un pelota dorapíldoras.