¿Eres feliz? ¿Qué necesitarías para serlo todavía más? ¿Qué podrría ser diferente, mejor? ¿Qué falta o sobra en tu vida? La respuesta a cada una de estas preguntas cruciales es un objetivo vital. O mejor dicho: debería serlo, pues si tu respuesta no está bien articulada no estarás expresando un objetivo… sino una mera declaración de intenciones, preferencia vaga o un deseo difuso. Hoy me propongo que veamos las consecuencias y en qué se diferencian los famosos “propósitos de fin de año” (con los resultados que todos sabemos) de un objetivo firme e intrínsecamente motivador.
Aunque la felicidad es una decisión subjetiva que, sin ser conscientes, tomamos a priori arbitrariamente (seleccionando la información que refuerce esa decisión involuntaria y obviando la que la contradiga), todos estaremos de acuerdo en que uno de los factores que más influyen en la felicidad es el número de objetivos importantes que acabamos alcanzando. Y analizando mi experiencia personal y profesional, he llegado a la conclusión que la forma como definimos nuestros objetivos es el factor que más influye en nuestras posibilidades de acabar consiguiéndolos. En una mayoría aplastante de ocasiones, mis propios éxitos y los de mis clientes han compartido una característica esencial: una formulación firme y enérgica de aquello que queríamos . Por el contrario, en la mayoría de ocasiones en las que no hemos conseguido los resultados deseados, habíamos formulado nuestros anhelos de manera borrosa, aleatoria, vagamente definida… en forma de meras preferencias difusamente deseables.
Así, ¿Qué diferencia un mero deseo de un objetivo estructurado, planificado y automotivador? Y lo más importante: ¿Qué efectos tiene sobre nuestros resultados articular nuestros deseos como meras ensoñaciones preferibles o como objetivos firmes? Veamos…
I. LOS TRES ERRORES DE PLANTEAMIENTO: CÓMO CONSTRUIMOS PREFERENCIAS DIFUSAS
Dejadme compartir con vosotros algunos de los errores más habituales que cometemos al plantearnos un deseo de forma ineficiente y desmotivadora. Te invito a que, mientras continúas leyendo, tengas en mente algún objetivo personal importante para ti, y que te cuestiones sobre cómo te lo estás planteando:
1.En relación a tu deseo, ¿Piensas más en la miseria del presente sin tenerlo o de lo maravilloso de tu futuro al conseguirlo? ¿Te hablas más de lo terrible de lo que tienes o de lo magnífico de lo que quieres?
2. ¿Defines lo que quieres en términos genéricos y abstracciones tipo “Sentirme mejor” “Llevarme mejor” “Conseguir un trabajo”? ¿Defines con más detalle y minuciosidad lo que no quieres que lo que quieres?
3. ¿Tu deseo se refiere a que alguien haga, piense o sienta algo que te beneficiaría pragmática o emocionalmente? ¿Lo que deseas depende principalmente de los demás o de causas sobre las que tienes poca o nula influencia?
Estos son los tres errores de planteamiento que dificultan (entre mucho y muchísimo) la consecución de nuestros objetivos:
1. CENTRARNOS EN LO QUE NO QUEREMOS. Al pasar más tiempo regodeándonos en lo que tenemos y no queremos que pensando en las consecuencias positivas de conseguir aquello que tanto deseamos, ya nos estamos desmotivando desde el principio. Centrarnos en nuestros déficits actuales nos provoca emociones limitantes (desde la Tristeza a la Angustia, desde la Rabia a la Impotencia), y esas emociones dificultan la motivación, la acción, la creatividad y las ganas de lanzarnos en pos de aquello que deseamos.
2. DEFINICIÓN IMPRECISA DE LO QUE QUEREMOS. Mientras que al definir lo que no queremos (por supuesto, en términos trágicos de necesidad agónica) somos de una minuciosidad masoquista, al definir lo que sí queremos acostumbramos a ventilarlo con cuatro generalizaciones imprecisas, deliberadamente vagas, que en el fondo no nos permiten saber con exactitud aquello a lo que aspiramos. El cerebro sólo se motiva con imágenes concretas, detalladas, específicas de aquello que desea. Si le aportamos vaguedades (“comer mejor”, “llevarme bien”, “ganar más”), nos motivaremos… vagamente
3. DESEOS EN TERCERA PERSONA. Todo deseo que se base en que otros actúen, piensen o sientan tal y como uno quiere es fuente más que potencial de frustración, pues parece ser que los demás son entes tan libres como nosotros, y que ejercerán su libre albedrío en función de sus preferencias, conveniencias, creencias y valores… y no de los nuestros (si, ya sé, jode). A menos que dispongamos de aparatos de control mental ajeno (y que esos mandos tengan pilas nuevas), toda energía destinada a que los demás deseen lo que yo deseo que deseen es energía malgastada que no ayudará en nada a mejorar nuestra situación.
II. LAS SIETE SOLUCIONES: CÓMO CONSTRUIR OBJETIVOS FIRMES Y MOTIVADORES
Como en todo en la vida (si se saben buscar), siempre hay más aliados que enemigos. Paso a definirte los siete rasgos de los que precisas dotar tus declaraciones de intenciones para que se conviertan en objetivos sólidos. Convierte tus preferencias imprecisas en objetivos intrínsecamente motivadores mediante:
2.1 SOLUCIONES DE PLANTEAMIENTO
1. AFIRMATIVO: Expresar lo que se quiere para el futuro, no lo que no se quiere para el presente (mucho menos, el pasado). Al AFIRMAR lo que queremos (y asociarnos mentalmente a sus mejores consecuencias), nos provocamos emociones potenciadoras (alegría, ilusión, euforia, esperanza…) que facilitan aquellas conductas que nos ayudarán a conseguir lo que queremos (imaginación, creatividad, reiteración, aprendizaje, ensayo y error continúo, etc.)
2. ESPECÍFICO. Al definir EXACTAMENTE aquello que queremos, estamos dotando a nuestro anhelo difuso de una mirilla telescópica que nos permitirá afinar la puntería. Además de permitirnos buscar mejor al saber con todo lujo de detalle lo que buscamos concretamente, ESPECIFICAR lo que queremos potencia la automotivación al repasar los detalles más deliciosos de aquello que queremos. ¿Te motiva igual pensar en “comer algo bueno” que en regalarte con los detalles más apetecibles de tu plato favorito? Pues con cualquier objetivo, por muy emocional o trascedente que sea, pasa igual.
3. PROACTIVO. Por lo anteriormente expuesto, en Coaching no trabajamos con objetivos en tercera persona, sino con objetivos que se refieran exclusivamente a cambios a implementar por uno mismo. Una de las situaciones más recurrentes en mi tipología de clientes es la de unos padres que vienen a verme explicando que “mi hijo tiene un problema con sus estudios”. Su respuesta a mi primera pregunta tras su exposición (“¿Y cómo lo vive su hijo?”) acostumbra a ser: “Bien, a él le da más o menos igual”, tras lo que les digo algo que no les gusta escuchar: “Entonces su hijo no tiene ningún problema con sus estudios: son ustedes los que tienen un problema con los estudios de sus hijos”. El problema no es de quien (según nosotros, claro) lo provoca, sino de quien lo percibe como problema y lo sufre más. ¿Significa ello que no se pueden trabajar desde el Coaching temas interpersonales que, por definición, no dependen exclusivamente de nosotros? (amor, familia, trabajo). Sí podemos, pero reencuadrándolos para enfocarlos no desde lo que el otro haga o deje de hacer, sino desde el DESARROLLO DEL CONJUNTO DE HABILIDADES, COMPETENCIAS Y CONDUCTAS PERSONALES que mejorarían nuestra propia influencia sobre esos otros sobre los que queremos incidir. (Al hilo de la proactividad, os recomiendo la gran frase de Jonan Fernández que publiqué en el facebook de Metacoaching hará unas semanas).
2.2 LAS CUATRO SOLUCIONES DE PLANIFICACIÓN
Una de las muchas definiciones de Coaching afirma que éste es “ el Arte de ponerle patas a las sueños” (ya en los posts Qué es el Coaching y La Vida como obra de arte aprendimos que el Coaching es, principalmente, acción: reflexión sin acción permite entender, pero no superar nuestras dificultades). Mientras que respecto a los errores sólo diseccioné aquellos relacionados con el planteamiento de los objetivos, en relación a las soluciones añadiré las 4 soluciones relativas a la ejecución de esos objetivos ya eficientemente definidos.
Así, a la hora de planificar su puesta en práctica, todo objetivo debe de contar con (o ser):
1. INDICADORES, Los objetivos eficientemente definidos han de ser mesurables, y debemos dotarlos de medidores externos que nos permitan saber si nos estamos acercando o alejando de su consecución. Sólo los indicadores concretos y objetivos nos permitirán monitorear y auditar el proceso, y así saber si debemos perseverar en el curso de acción diseñado, readaptarlo o cambiarlo por completo. Sin indicadores, ¿Cómo sabremos si las soluciones ensayadas son eficientes o contraproducentes? Nada mejor para perderse que no llevar brújula.
2. RECURSOS. Muchas objetivos (especialmente, los más ambiciosos) precisan de la consecución de unos recursos previos de los que ahora tal vez no dispongamos. Planificar los recursos necesarios nos permite diferenciar entre que algo sea imposible AHORA y que lo sea per se. Toda persona o tiene los recursos necesarios para conseguir lo que quiere, o tiene la capacidad para dotarse de esos recursos que le permitirían lanzarse en pos de sus objetivos. ¿Te ves ahora capaz de conseguir tu objetivo? En caso negativo, ¿Qué recursos, habilidades o competencias necesitarías para verte capaz? ¿Cómo conseguirlos? Muy a menudo, el primer paso hacia un objetivo es, precisamente, hacerse con aquellos recursos previos sin los que nunca podríamos conseguir aquello que deseamos. Recuerda: POSIBLE = IMPOSIBLE + las competencias, habilidades y recursos clave.
3. ECOLÓGICO. A la hora de pasar a la acción, resulta imprescindible PREVER el impacto de las acciones a llevar a cabo en el resto de nuestra vida. ¿Cómo encajará la consecución de este objetivo en el conjunto de nuestra cotidianidad? ¿A qué tendré que renunciar para hacerlo, qué tendré que dejar de hacer? ¿Es sostenible en el tiempo el esfuerzo previsto? Demasiado a menudo, pasamos de la pasividad más absoluta o una activitis frenética fruto de una sobremotivación con pies de barro. Pasar de no hacer nada a ir todos los días al gimnasio sólo puede mantenerse gracias a una fuerza de voluntad que, cómo la primera marcha del coche, sirve para arrancar, pero que quemará el motor si se mantiene más allá del primer empujón. Y una vez quemado el motor… de regreso a la inmovilidad más absoluta (y con la excusa tan verosímil como falsa de “ya lo he intentado, eso no es lo mío”).
4. PLAN DE ACCIÓN. Ya hemos formulado eficientemente nuestros objetivos (Afirmativos, Específicos y Proactivos) y los hemos planificado con Indicadores, Recursos y Ecológicamente. Pero ni la formulación ni la planificación optimizarán nuestros esfuerzos si no los estructuramos en un Plan de Acción metódico y concreto que nos indique con absoluta exactitud QUÉ haremos, CUÁNDO, CÓMO, DÓNDE, CON QUIÉN y hasta cuándo. No me cansaré de repetirlo: Coaching es acción. Fundamentada en una sólida reflexión previa, por supuesto necesaria, pero que no cambiará absolutamente nada si no desemboca en cursos de acción firmes y sostenidos en el tiempo.
Espero que sigas manteniendo en mente ese objetivo que te animé a recordar al inicio del post. ¿Cuál de estos siete filtros no estabas aplicando? ¿Qué cambiaría si los aplicaras? El gran Mohamed Ali dijo una vez: “Los combates se ganan muy lejos del ring: en la soledad del gimnasio. Una vez salto al ring, ya he ganado o perdido antes de haber luchado… lo que pasa es que todavía no me he enterado”. Demasiado a menudo ya saltamos al ring en el que luchamos por nuestros objetivos habiendo perdido por no haber entrenado suficientemente… en la soledad del planteamiento y planificación previa.
Déjame invitarte a que te plantees: ¿Y si no haber conseguido eso que tanto deseas no se deba a que sea imposible o tú incapaz… sino a que te lo planteabas ineficientemente? Selecciona un objetivo importante en tu vida, juega a tamizarlo a través de estos siete filtros que te he propuesto… y lánzate a por ello. Muy probablemente no sea Imposible: sencillamente, no se haya podido conseguir de la manera como hasta ahora te lo habías planteado o intentado.
Creo que pierdes mucho más al no intentarlo de lo que perderías incluso de no conseguirlo. ¿Qué te impide intentarlo?