Al acabar los artículos Las emociones: ¿Aliados o enemigos? y ¿EMOCIÓN O SENTIMIENTO? La brecha de la autonomía humana ya me prometí dedicar un post a la Inteligencia Emocional, pues lo importante de entender las emociones es que nos permite aprender a transformarlas de enemigos a aliados de nuestra calidad de vida. Pero mi propia biografía me cruzó cuatro azares que me llevaron a colapsar mi atención con una emoción en concreto: el Amor, al que acabé dedicando los últimos cinco artículos con la serie sobre los diferentes tipos y manejos de las pasiones en sus diferentes versiones.
El Amor es una de las 8 emociones básicas que, según Paul Ekman, son universales y con las que cualquier otra emoción está emparentada. Pero ¿Cuáles son las otras 7? ¿Se pueden gestionar todas según los métodos vistos respecto al Amor? ¿Por qué es tan importante reconocerlas y entenderlas? ¿Qué podemos hacer para gestionarlas? ¿Cuál es el precio de aprender a hacerlo? ¿Y el de no hacerlo? Si te interesa saberlo…
QUÉ SABEMOS YA DE LAS EMOCIONES
A partir de los varios artículos que he dedicado, directa o indirectamente, a las emociones ya sabemos que:
1) Las emociones crean nuestra realidad subjetiva y construyen nuestra vida a base de predisponer a) Los sentidos a captar determinadas informaciones b) La mente a significarla de una determinada manera y c) El cuerpo a tomar un curso u otro de acción.
2) Provocan sensaciones agradables o desagradables y nos activan o desactivan física y mentalmente.
3) No son ni positivas ni negativas, sino adaptativas o desadaptativas (potenciadoras o limitantes) en función del contexto, las acciones que facilitan y los resultados que propician.
4) Independientemente de que resulten convenientes o inconvenientes para una situación dada, hay emociones per se buenas o malas para la salud.
5) Nos las fabricaamos nosotros mismos a partir de cómo significamos y evaluamos la realidad externa captada por los sentidos (curiosa polisemia para los órganos captadores de información sensorial: sentidos…).
POR ELLO, DETERMINAN:
1) Qué información captamos, cuál no y a qué parte de la realidad -y en qué grado- prestamos atención consciente. Por ello, las emociones se bastan y se sobran para construir la realidad subjetiva en la que nos parece vivir.
2) Qué hacemos y con qué eficiencia. Las emociones determinan qué tipo de acciones implementaremos, y con qué grado de habilidad o torpeza… ergo nuestros resultados en la vida. Las eficiencia emocional adecúa emociones sentidas a acciones precisadas, facilitando así la consecución o el fracaso de nuestros objetivos personales.
3) El grado de libertad frente a los automatismos de nuestros impulsos inconscientes o primarios. Sin Inteligencia Emocional no somos libres, pues nuestro mundo, nuestras conclusiones y nuestros actos se ven predeterminados por mecanismos arcaicos ajenos a nuestra voluntad consciente y voluntaria. Como hemos visto, la Libertad precisa de la capacidad de elección, y no elegimos aquello que nos viene impuesto como obligación unívoca por nuestros instintos. La libertad emocional también permite una cierta autonomía de sentimiento y acción respecto a los demás y a los avatares de la vida.
4) Nuestra Felicidad, pues ésta no es más que la suma de sensaciones agradables, su grado y su intensidad. La felicidad es, directa o indirectamente, la finalidad última de absolutamente todo lo que hacemos. Y visto como está el mundo, los imperativos de la biología y las limitaciones inherentes al ser humano, sin Inteligencia Emocional actuamos con un piloto automático que, como ya vimos, tiende a dirigirnos a todo un elenco de emociones desagradables (ira, decepción, tristeza, aburrimiento) contrarias a la felicidad. La felicidad consiste en minimizar las emociones negativas y maximizar las positivas.
2. MANEJO INTELIGENTE DE LAS EMOCIONES
¿Pero qué es, entonces, esto de La INTELIGENCIA EMOCIONAL? Una definición ambiciosa apuntaría que la Inteligencia Emocional es la parte de nuestra inteligencia que nos permite ser conscientes de nuestras emociones y expresarlas de la manera más adecuada en función de las demandas del contexto y de nuestros intereses, prioridades y valores personales. Permite el manejo adaptativo, coherente y eficaz de nuestras propias emociones para elegir aquellas más adaptativas y potenciadoras de nuestra eficiencia, libertad, felicidad y salud física y mental.
Sin Inteligencia Emocional, cualquier emoción que irrumpa en nuestro ánimo nos dirige directamente a un curso de acción determinado que, tras implementarlo, conllevará unas consecuencias que, éstas sí, determinarán nuestra calidad de vida. ¿Un ejemplo? Casi sin darme cuenta un comentario de la pareja me molesta y, antes de ser consciente de ello, ya estoy respondiendo a la supuesta afrenta con un (contra)ataque verbal que tendrá como consecuencias un mosqueo, una escalada de las hostilidades o una bronca de mayor o menor calibre pero que, en todo caso, conllevará una merma en nuestra calidad de relación y unas sensaciones seguro desagradables. ¿Qué persigue la inteligencia emocional? Pues que nos demos cuenta en tiempo real de la emoción que estamos empezando a sentir, a qué acciones nos conducirá y qué consecuencias prácticas conllevará el implementarlas (y si nos convienen o no). Sencillo –que no fácil-, práctico y muy pero que muy conveniente para nuestro bienestar personal en primerísima persona.
3. MODELOS DE INTELIGENCIA EMOCIONAL
Como en estos ámbitos del Coaching y el desarrollo personal el más tonto hace relojes, existen decenas de sistemas que, con terminologías más o menos rimbombambantes y mayor o menor propiedad científica e intelectual, nos ofrecen métodos en este arte crucial para el ser humano del siglo XXI. Yo, por su solidez conceptual y facilidad de aplicación, prefiero utilizar el modelo Salovey y Mayers, basado en 4 habilidades básicas (a las que, por su amplitud y complejidad, dedicaré un artículo a cada una próximamente):
1. IDENTIFICAR. Toda emoción puede analizarse desde dos criterios: placer – displacer y activación – desactivación. ¿Qué sensaciones me están provocando esta emoción? ¿Cómo se llama, exactamente, esto que estoy sintiendo? ¿Es agradable o desagradable? ¿Me tensa o me relaja fisiológicamente? ¿Con cuál de las 8 emociones básicas está emparentada? (Según P. Ekamn: Ira, Miedo, Tristeza, Aversión, Vergüenza, Sorpresa, Alegría, Amor).
2. UTILIZAR. Saber la finalidad conductual de cada una de las 8 emociones básicas. ¿Para qué sirve eso que estoy sintiendo y para qué no? ¿Qué tipo de acciones facilita y cuáles imposibilita o, como mínimo, dificulta? ¿Qué consecuencias prácticas tendrían esas acciones a las que me aboca esta emoción? ¿Me convienen? ¿Me harán la vida más dulce o más amarga, más sencilla o más difícil, nos hará más felices o infelices tanto a mí como a los que me importan?
3. COMPRENDER. Entender los mecanismos mediante los que nos provocamos las emociones ¿Cómo me he fabricado esta emoción? ¿Cómo estoy viendo esta situación para sentir lo que siento respecto a ella? ¿De qué evaluaciones y significaciones del momento emanan? ¿Hasta qué punto son ciertas, razonables y convenientes? ¿Qué acciones me convendría implementar en este momento? y ¿Qué emociones las facilitarían?
4. GESTIONAR. ¿Cómo paso de la emoción sentida a la emoción deseada? ¿Qué tipo de Técnica de Gestión (Fisiológicas, Perceptivas, Cognitivas) voy a aplicar para conseguirlo?
Las emociones son siempre inteligentes, pues facilitan la mejor respuesta frente al contexto que nuestras significaciones dibujan. Si yo significo una situación como una amenaza o peligro grave para el que no dispongo de suficientes recursos con los que afrontarla, lo más inteligente es sentir aquella emoción (miedo) que mejor prepare mi cuerpo y mente para huir lo más rápido posible. Lo que no necesariamente son inteligentes son nuestras significaciones de una situación, siempre tan imperfectas, subjetivas y arbitrarias como todo razonamiento humano. La Inteligencia Emocional nos ayuda a plantearnos mejor si esa situación es tan amenazante como aparenta y si dispongo o carezco realmente de suficientes recursos para afrontarla, para así decidir con más propiedad si huir es la acción que mejor me conviene.
Junto con el lenguaje y el pensamiento abstracto, sólo la Inteligencia Emocional nos permite plenamente ejercer de humanos. Todos los animales sienten las emociones que Ekman establece como básicas e universales (a excepción de la vergüenza, emoción social exclusivamente humana), y compartimos con ellos los mecanismos y estructuras cerebrales que las fabrican, así como sus consecuencias conductuales. Eso si: como vimos en ¿EMOCIÓN O SENTIMIENTO? La brecha de la autonomía humana, los sentimientos son una prerrogativa exclusivamente humana. Sobre ellos podemos aprender a incidir libre, consciente y voluntariamente mediante las técnicas y metodologías de la Inteligencia Emocional.
Sólo nuestra capacidad de manejo emocional nos diferencia de la furia del mandril, el miedo de un ñu o el celo de un gato, y es probablemente este prodigio evolutivo el que nos catapultó hasta la especie que hoy somos. La diferencia de poder e inteligencia entre un humano y una rata almizclera es idéntica a la que media entre un humano que utiliza su inteligencia emocional y aquél que no lo hace. Ser plenamente humano precisa el manejo inteligente de las propias emociones. Recuerda que las emociones son siempre inteligentes, pero no nuestro uso y selección apropiada de ellas. Elegir, matizar, seleccionar tus emociones: algo que un macaco en celo no puede ni proponerse… pero tú sí. Sobre todo si aspiras a gozar de ventajas, inalcanzables para un chimpancé o un búho, como aprender a ser mucho más eficiente, libre y feliz. Te animo a aprender a utilizar la herramienta que te lo permitiría.
Ser humano viene de fábrica, es un regalo de la biología. Actuar como tal, por el contrario, es todo un logro. Probablemente, el más necesario y difícil que tenemos que afrontar en toda nuestra vida. Te animo a prepararte para él y sacarle todo el placer a la existencia que potencialmente ésta nos ofrece.