En RE-CONOCER EMOCIONES: acierto y coraje y DESCONEXIÓN EMOCIONAL: razones, sinrazones… y precios., aprendimos a llamar las emociones por su nombre y a clasificarlas en función del bienestar y la energía que producen (y porqué hacerlo cuesta mucho más de lo que parecería a simple vista).
En Utilizar y Conocer tus emociones, a qué acciones y pensamientos nos predisponen y cómo nos las fabricamos cognitivamente.
Ahora ya estamos en disposición de aprender a usar las herramientas concretas que nos permitirán deshacernos –o reducir- las emociones más limitantes y crearnos o ampliar aquellas más potenciadoras para nuestro bienestar, eficiencia y felicidad propia y ajena.
Pero, ¿En qué consiste, exactamente, esto de gestionar las emociones? ¿Qué nos permitirá conseguir… y qué no? ¿A través de qué herramientas podemos darle la forma deseada a nuestros estados emocionales? Si te interesa saberlo…
GESTIONAR: de controlar a reciclar
Aprender a gestionar nuestras emociones consiste en dotarnos de un conjunto de técnicas y herramientas que nos permitirá transformar las más desagradables y limitantes en aquellas más placenteras y potenciadoras de nuestras conductas y talentos.
¿Se pueden controlar las emociones? A menudo, esta pregunta despierta suspicacias, dudas y reticencias. Como siempre, entender el meollo de la gestión emocional precisa de hilar fino y tomarse la molestia de clarificar cuatro cositas clave para su comprensión más allá de la confusión del topicazo superficial:
1) EMOCIÓN o SENTIMIENTO. Como ya vimos en Las emociones: ¿Aliados o enemigos? y ¿EMOCIÓN O SENTIMIENTO? La brecha de la autonomía humana., la mayoría de emociones son demasiado rápidas y primarias como para tener un dominio absoluto y automática sobre ellas. También sabemos que los sentimientos son la elaboración racional, consciente y voluntaria de las emociones, por lo que desde ellos tendremos todos los recursos –de aprenderlos, claro- para incidir en nuestros estados emocionales. Recuerda: nadie es culpable de las emociones que sienta a bote pronto y fruto de mil automatismos más allá de nuestra incidencia directa, pero sí responsable de darles la forma sentimental que considere más inteligente, sana y conveniente para uno mismo y para los suyos. Sobre las emociones, poca incidencia a la corta; sobre los sentimientos, toda la que aprendamos a ejercer a la larga.
2) RECICLAJE. Más que de control, me gusta hablar de Reciclaje emocional. Análogamente a cualquier producto de desecho, el reciclaje no sólo permite neutralizar el potencial dañino de los materiales contaminantes si se tiran de cualquier manera en cualquier sitio, sino que nos permite convertirlo en algo intrínsecamente beneficioso al evitar tener que producir uno nuevo. Igual que el plástico, el cristal, la basura orgánica o el papel una vez usado, todas las emociones (incluso las menos agradables) nos aportan una energía valiosísima de la que no tenemos porqué prescindir. Es cuestión de aprender a aprovecharla, y aprovecharla conlleva, como con el reciclaje, un tiempito y esfuerzo para aprender a identificar, utilizar y separar los diferentes materiales a reciclar. Claro que es más cómodo tirarlo todo junto y deshacernos de ello de cualquier manera, pero… ¿Mejor? ¿Más ecológico? ¿Más responsable y respetuoso con uno mismo y los demás? Por supuesto que no.
3) PROGRESIVIDAD DEL APRENDIZAJE. La Gestión Emocional no es más que una habilidad o competencia personal que, como cualquier otra (desde hablar inglés hasta bailar salsa pasando por hacer calceta o conducir), precisa para dar sus frutos de aprendizaje y práctica reiterada hasta su automatización. Por desgracia –o por suerte-, no es ni una pastilla ni una varita mágica. Mucho más eficiente y humilde: la gestión Emocional nos permite ir aprendiendo progresivamente a matizar nuestras emociones, minimizando poco a poco las más desadaptativas y maximizando las más deseables.
Y como todo aprendizaje, no es cuestión de absolutos: de la misma manera que no sabemos hablar inglés un día pero al siguiente sí, el aprendizaje de la gestión de nuestras emociones es una cuestión gradual. Entre el negro del descontrol más descerebradamente impulsivo y el blanco de un autocontrol perfecto y absoluto se extiende el gris humilde de la gestión emocional. Aplicar las técnicas que os propondré a continuación no nos convertirá automáticamente en el Dalai Lama ni nos permitirá acceder a capricho a los sentimientos deseados, como si nuestro cerebro límbico fuera una máquina expendedora de emociones que, para conseguirlas, sólo tengamos que introducir una moneda y apretar un botón. Eso sí: nos permitirá disminuir la frecuencia, la intensidad y la duración de las emociones más contraproducentes y aumentar la de las emociones más convenientes (desde El Yoga de la superación cotidiana, ya conocemos los ingredientes indispensables de todo aprendizaje: Paciencia, constancia y humildad)
TRANSFORMACIÓN EMOCIONAL: Técnicas de Gestión
FISIOLÓGICAS
Como también sabemos, la primera consecuencia de las emociones es un cambio casi inmediato de nuestra fisiología que prepara el cuerpo para las conductas con las que el cerebro haya considerado más oportuno afrontar las demandas del contexto exterior. Como veremos en los próximos post, cada emoción conlleva una fisiología asociada que podremos utilizar conscientemente a nuestro favor.
¿Cómo gestionar una emoción desde nuestro cuerpo? Muy sencillo: copiando la fisiología de la emoción que querríamos sentir. Si pretendes desactivar los ribetes más explosivos de la ira, atemperar el desánimo de la tristeza o adecentar la bobería más acrítica del amor erótico, copia y adopta lo siguientes patrones de emociones como la tranquilidad, la satisfacción o la indiferencia:
RESPIRACIÓN: Rápida o lenta, superficial o pectoral, profunda o abdominal, cada emoción tiene su propio patrón. De copiarlo, nos ayudará a gatillar la emoción acorde a ese patrón.
EXPRESIÓN FACIAL. Mirada (focalizada o panorámica); Boca (abierta o cerrada); Labios (sonrientes o hacia abajo); Tensión de las maejillas, Apertura ocular… cualquiera de estos cambios incide en la emoción sentida.
ACTIVACIÓN MUSCULAR. Grado de tensión o relajación del tono de todos los músculos de nuestro cuerpo, en especial los de las extremidades
POSICIÓN CORPORAL. Hacia adelante o hacia a tras, hacia abajo o hacia arriba
En esos próximos post ya prometidos analizaremos una por una la fisiología de cada una de las emociones básicas y aprenderemos a gestionarlas todas ellas. Pero de momento, párate a pensarlo: todas las religiones, escuelas de pensamiento y colectivos sociales tienen sus propios rituales en los que adoptan una fisiología característica. Judíos frente al muro de las lamentaciones oscilando adelante y atrás para entrar en trance y colapsar su atención en el momento; la plegaria musulmana de sumisión a los preceptos libremente aceptados; la posición de meditación budista facilitando la introspección; el rezo cristiano de rodillas y mirando al suelo para analizar las propias culpas; la posición de firmes del ejército (yo es tensar músculos, sacar pecho, focalizar la mirada hacia arriba y fruncir el ceño… y es que me vienen unas ganas de invadir Polonia…). Todos ellos con una idéntica finalidad: que esa fisiología concreta ayude a gatillar inconscientemente la serie de emociones que buscan provocar.
La gestión fisiológica de las emociones funciona por tres razones principales
a) Per se, por efectos bioquímicos directos más allá de la consciencia y la razón. Cambiar la fisiología incide en la bioquímica de la que se componen nuestras emociones. Y cambiarle cualquier ingrediente a una receta cambia necesariamente el sabor final de todo plato.
b) Al trasladar la atención al cuerpo, dejamos de pensar obsesivamente de la manera que lo hacíamos para provocarnos dicha emoción. Con la fisiología tal vez no apaguemos el fuego, pero si dejamos de echarle nueva leña, el fuego se irá consumiendo en su propia combustión y acabará por apagarse.
c) Cuerpo y mente forman un bucle informativo de doble dirección: Al principio, el pensamiento activa una emoción que modifica el cuerpo; a su vez, el cuerpo refuerza esa emoción que también potencia los pensamientos que la provocaron. Al variar voluntariamente el patrón fisiológico, de entrada, ya confundimos al cerebro, lo desconcertamos y le provocamos sorpresa (y ya veremos la utilidad de la sorpresa cuando estudiemos esta emoción: paralizarnos, detener el curso de acción y buscar nueva información). Si el cerebro significa una situación como peligro mortal sentiremos miedo y muscularmente nos tensaremos y el cuerpo se nos vendrá automáticamente para abajo y hacia atrás; pero si de vuelta, al cerebro le llega como feedback corporal unos músculos relajados y una corporalidad erguida… empezará a replantearse inconscientemente su juicio de peligro máximo. Ergo sentiremos menos miedo. ¿Tonto? Tal vez. Tanto como eficiente.
PERCEPTIVAS
Todo el que haya pisado una mierda o surfeado sobre una pota sanferminera sabrá que es de auténtico cajón: si son los sentidos los que captan la información externa que propicia una emoción, apartarlos de esas fuentes hará desaparecer –o como mínimo aminorará- dicha emoción. Ojos que no ven… narices que no huelen u oídos que no oyen.
Pero todos los animales tenemos un sexto sentido: la atención. Summerset Moghan definía el dinero como “el sexto sentido: el que permite disfrutar de los otros cinco”. Pues la atención funciona igual: sin ella, obviamos la información que nos llega de los otros cinco sentidos, así que apartar –o acercar- la atención a una fuente de información sensorial matizará las emociones que sentimos. Podremos así aminorar la intensidad de las desagradables y potenciar las agradables si dirigimos voluntariamente nuestra atención, alejándola a conciencia de las fuentes de información de las primeras y acercándola a las de las segundas.
En el caso humano, hasta podríamos estirar el tema y considerar un séptimo y hasta un octavo sentido: el recuerdo y la imaginación. Al humano le basta con imaginar o recordar algo para gatillar todo un conjunto de emociones asociadas a ese recuerdo.
La atención, el recuerdo y la imaginación son los suprasentidos que permiten que la información de los otros cinco acceda a nuestra conciencia y nos impacte emocionalmente. Suprasentidos que podemos aprender a utilizar voluntariamente para crearnos las emociones deseadas.
COGNITIVAS
Tanto las técnicas fisiológicas como las perceptivas son técnicas cortafuegos, pues ayudan a acotar o atemperar a bote pronto… pero no se ocupan de la raíz de los conflictos emocionales: nuestras propias creencias, metaprogramas y maneras automáticas de pensar. La verdadera transformación personal estriba en aplicar con acierto las técnicas de gestión cognitivas.
La herramienta básica de estas técnicas es el reencuadre cognitivo. Consiste en reflexionar consciente y voluntariamente sobre las evaluaciones y significaciones que realizamos sobre los hechos que nos hacen sentir de una determinada manera. Nuestras evaluaciones y significaciones acostumbran a ser apresuradas, superficiales y, muy a menudo, alarmistas hasta el catastrofismo; analizarlas críticamente nos permite darnos cuenta de la calidad y el grado de realismo y objetividad de dichas evaluaciones, así como la pertinencia, calidad y relevancia de la información en la que presuntamente se basan. ¿Qué consecuencias, realmente, tienen esos hechos? ¿Hasta qué punto se corresponde su gravedad objetiva con mis sentimientos al respecto? ¿Qué otras informaciones, que ahora obvio, sería realista tener en cuenta? Si el miedo es inteligente cuándo enfrentamos un peligro de vida o muerte ante el que precisamos de una huída rápida… ¿Hasta qué punto un contratiempo sentimental o una dificultad profesional es un peligro mortal que se solucionaría entrando en pánico y saliendo por patas atribuladamente?
Acostumbramos a pensar fatal: el cerebro no da para más que para sobregeneralizar, exagerar y distorsionar basándonos en automatismos de brocha gorda y apresurados. Las técnicas de gestión cognitivas nos permiten tomar conciencia de qué errores lógicos cometemos al pensar sobre un hecho, y así empezar a desmontar las falacias sobre las que se erigen nuestros propios análisis tremendistas y aprender a pensar mejor. ¿Es objetivamente cierto que TODO me sale mal? ¿Qué SIEMPRE la acabo cagando? ¿Qué ese contratiempo o contrariedad sea un DESASTRE? ¿Que una relación vaya mal es CATASTRÓFICO? Como los malos periodistas, a menudo basamos nuestras conclusiones en unas porciones de información tirando a reducidas y de muy cuestionable rigor, a partir de las cuales realizamos unas inferencias arbitrarias y subjetivas que, incluso, acabamos confundimos con los propios hechos objetivos. El reencuadre cognitivo nos permite buscar más y mejor información en las que basar nuestras inferencias sobre lo que nos sucede, y así generar conclusiones de calidad, más objetivas, realistas y coherentes, más racionales e inteligentemente elaboradas.
Mediante las técnicas cognitivas no buscamos pintarnos la vida de rosa o tergiversar los hechos torticeramente, sino pensar con mayor calidad y precisión objetiva. Dada la tendencia a detectar peligros de nuestro cerebro, el reencuadre cognitivo busca todo lo contrario: el optimismo bien documentado acostumbra a ser una cuestión de realismo mucho más objetivo que el catastrofismo desaforado con el que nos fabricamos nuestros dramas apocalípticos. Aprender a pensar con más objetividad y realismo sobre nosotros mismos, los demás y lo que nos ocurre ya no se limita a controlar fuegos ya declarados, sino que nos permite aprender a prevenir y diseñar los bosques como para que no se produzcan más incendios. Las técnicas de gestión cognitivas nos transforman en personas mejores, más equilibradas, atrayentes y felices que realizan juicios de valor más ponderados, inteligentes, razonables y bien fundamentados en informaciones seleccionados con criterios mejor elegidos. Cuestión de aprenderlas y practicarlas hasta que salgan.
III. DE INTELIGENCIAS Y TONTERÍAS EMOCIONALES
Hemos visto que gestionar no es hacer desaparecer por arte de magia las emociones que nos limitan, mucho menos limitarse a controlarlas reprimiéndolos. Controlar conlleva idea de freno brusco y connotaciones de represión y tragarse el veneno en vez de escupirlo. Y como vimos en LA INTELIGENCIA DE LAS EMOCIONES, las emociones se han de liberar una vez sentidas. Eso sí: no de cualquier manera ni en cualquier momento (La misma Ira se puede liberar soltando una hostia ahora… o corriendo, chillando y con una sauna después). La Gestión emocional nos permite aprender a elegir cómo exteriorizarlas y el momento conveniente para hacerlo. Y no para quedar bien o ganarnos el cielo, sino para conseguir lo que nos haga más felices a nosotros mismos. No siempre podremos elegir sentir Ira, pero sí que ella nos lleve a la cárcel o al hospital en una pelea o nos ayude a ponernos en forma sudando como posesos.
Cuestión de estar dispuesto a hacer el esfuerzo de aprender cómo. Como siempre, elige, que para eso eres libre. Los beneficios, créeme, merecen la pena. El esfuerzo, también.